Era una de las tantas veces que hacíamos la prueba, por lo que de tanto preguntarle al papel blanco se nos hizo cotidiano decir: Será para después, cuando Dios lo quiera, o regocijarnos (eso creíamos pensar) en el hecho de ser una pareja joven y poder seguir disfrutando de la luna de miel. La verdad siempre fue que ver ese papel blanco no nos confortaba. Luego venía la nostalgia a cobrarnos el supuesto regocijo. Era la sensación de tener la libertad que no necesitábamos. Así que esa mañana sería diferente: Cuando vimos el resultado para nosotros fue ver cómo ese papel blanco se nos llenaba de colores. Recuerdo las palabras de mi esposa diciendo: Éste será un niño, con la seguridad que siempre la ha caracterizado. Pero hasta ahí sólo sabía que existía. Y entonces lo vi. era en un principio como un grano de caraota de 3 semanas que cada vez se fue haciendo más y más grande. Pero la primera vez, cuando lo conocí, era una bolita rosada y pelirroja de 34 semanas de gestación, 1,6 kilogramos y 42 centímetros de ganas de comerse al mundo.
Lo que no me esperaba, y es la parte que a él le encanta que le cuente, era que la doctora me dijera: Felicidades, es un robot muy sano. Debe quedarse conectado para cargarle algunos programas, luego se lo pueden llevar. Es como él comenzó su odisea. Primero, se cargó uno de los programas antes de lo esperado. Se quitó la conexión de la respiración artificial. Luego, sus circuitos no tenían la suficiente fuerza para beber su combustible por lo que le dimos asistido a través de unos pequeños envases que luego si se convirtieron en teteros grandes. Nació con alguna dificultad para respirar el oxígeno en este planeta por lo que ameritó algunos cuidados. También tenía sus bisagras algo duras por lo que hubo que hacerle mantenimiento temprano (estimulación temprana le llamaban aquí).
Aunque paulatinamente fue adquiriendo sus destrezas, este robot mágico siempre ha sido una sorpresa: No caminó hasta estar seguro de hacerlo, unos días antes del año. No habló hasta aprender casi todo el lenguaje humano (y no ha parado de hablar hasta hoy en día, es que hasta dormido), más o menos al mismo tiempo que caminó. Ha sido siempre el ángel que Dios nos envió para mostrarnos que hay que ser agradecidos con todo lo que sea su santa voluntad y no ha dejado de sorprendernos. De sus circuitos emana amor, de su auricular mucho cariño y ternura, tiene un procesador muy avanzado para su edad y no necesita conexión alguna para actualizarse. Va creciendo y desarrollándose como todo niño para que no sepan su verdadera identidad, pero sus análisis y su capacidad lo sobrepasa cuando se aprende y repite los diálogos de programas de televisión o las tareas, actividades o proyectos escolares; cuando se aprende las canciones e intenta tocarlas, a veces con extrañas coincidencias y aciertos.
No sólo es la experiencia al conocerlo, es lo que pasa luego lo que hace que este niño- robot- personaje celiaquito hace para que se te quede en el corazón.
No sólo es la experiencia al conocerlo, es lo que pasa luego lo que hace que este niño- robot- personaje celiaquito hace para que se te quede en el corazón.
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